Á.M.V: Cristina López Colomer fue una de las primeras mujeres de la provincia en convertirse en Administradora de Fincas Colegiada, cuando accediera a la profesión desde la abogacía y gracias a la recomendación de una compañera letrada de Madrid, para dedicarse desde entonces a ambas actividades profesionales y empresariales con plena satisfacción, aunque a veces “se arrepienta”, según admite con ironía.

De padre manchego y madre valenciana, ambos se conocieron en la cadena COPE. Natural de Ciudad Real, Cristina López Colomer se mudó a Huelva con 15 años cuando destinaron a su padre como director del Banco Central a la calle Concepción, donde residió junto a su familia. La carrera universitaria la hizo en Sevilla y volvió a Huelva a los 28 años para quedarse para siempre “si no la echan”, si bien la traiciona en verano para ir a El Puerto de Santa María. Entre sus aficiones está jugar el pádel, que lo tiene un poco aparcado, y muy particularmente el flamenco y la guitarra, que “le encantan”. Sus tres hijos son plenamente “choqueros” y aquí tiene “su vida, amigos y clientes”.

Desde las oficinas de Colomer Administradores de la calle Marina de la capital se ha especializado tanto en la Administración de Comunidades de Propietarios como en todo el campo del Derecho relativo a la Propiedad Horizontal, y allí nos cuenta cómo fueron sus comienzos y qué aspectos del ejercicio de la profesión tienen que mejorarse.

La administradores de fincas a la puerta de su despacho.

La administradora de fincas a la puerta de su despacho.

¿Cómo se inició en la profesión de Administradora de Fincas Colegiada?

Por mediación de mi amiga Marina Sánchez, representante de una asociación muy importante en Madrid. Al principio me sonó muy extraño y pensaba que me iba a dar muchos dolores de cabeza, pero ella me convenció. Como me gustó, comencé a trabajar con las constructoras en la constitución de comunidades, que ahora es más raro. Lo cierto es que empecé en un salón delante de 400 propietarios de una comunidad enorme, que pertenecía a la empresa Martosa, de Agustín Álvarez Monsa.  Algunas comunidades de aquellas primeras, que fueron mis primeros trabajos, no las ha dejado nunca, y de eso hace ya 23 años desde que soy Administradora de Fincas Colegiada, y hasta ahora muy bien.

¿A qué dificultades tuvo que enfrentarse?

Hay quien piensa que ser Administrador de Fincas es saber manejar Excel y poco más, pero no, hay que manejar unos programas específicos sobre los que hay que seguir formándose, para tenerlo todo controlado. Aunque al principio tengas inexperiencia te tienes que echar para adelante y aunque tengas lagunas hay que ir especializándose y dedicarse a una cosa. Yo, por ejemplo, dentro de la rama de la Abogacía estoy totalmente especializada en Propiedad Horizontal. Así, la Admón. de Fincas me sirvió para que pudiera especializarme en esa rama.

¿Cómo fueron esos primeros pasos?

Era complicado al principio el hecho de ser mujer y joven, – ahora reconozco que se me respeta muchísimo dentro de la profesión, tanto los propietarios como los compañeros – pero por entonces los propios administrados creían que tenía que hacer lo que les daba la gana porque para eso pagaban. Hasta que les pude hacer entender que realmente yo no decidía, que quienes acordaban eran ellos, que yo solamente les daba la orientación para que tomaran bien los acuerdos. Les demostré que un Administrador Colegiado, y en concreto yo, no iba a hacer lo que yo quería sino a poner un poco de orden, a ser la fiscalizadora de todo lo que se movía en la comunidad, sobre todo del propio presidente.

¿Y en qué consiste esa labor fiscalizadora?

Digo fiscalizadora porque yo no tengo firma en las cuentas de mis comunidades, con lo cual mi empresa puede hablar perfectamente de transparencia, sobre todo de profesionalidad, porque es muy importante estar Colegiado, por la Responsabilidad Civil que puedas tener, pero en este caso, obviamente al no tocar el dinero de los Administrados, todavía podemos decir que nuestro trabajo es más limpio.

Es una opción que tomé desde el primer día, porque eso ya evitaba el 50% de las suspicacias que suelen tener los propietarios cuando tú vas a las reuniones. Las Juntas además las celebro yo siempre, nunca mando a nadie; eso también es una garantía de una respuesta inmediata, no tienen que esperar a una respuesta del Administrador Jefe del despacho, etc. Nos hemos organizado de tal forma que a los propietarios les gusta.

¿Cuántas comunidades administran en Colomer y qué características tienen?

Somos tres: Alberto lleva la Contabilidad, Fiscal y Laboral; Rachel que lleva toda la atención al público, presupuestos, coordinación de siniestros, resolución de dudas; y yo misma. Administramos actualmente unas 87 comunidades, algunas de ellas con hasta 600 comuneros, como la de Marismas del Polvorín en Huelva, que es como un pueblo. Esa comunidad hizo un concurso y, al final, se decidieron por mí. Tengo además otras comunidades de cerca de 300 propietarios y, en fin, son muy numerosas. Son 87 pero con muchas propiedades dentro. Es difícil administrar el tiempo con tantos clientes y propietarios porque las comunidades tienen el problema de que, al ser tantas personas, un día surge un problema y cuando piensas que ya se ha terminado aparece otro completamente diferente. No paramos nunca de trabajar en todos los sentidos.

¿Cómo de importante es estar Colegiado para ejercer esta profesión?

Si nosotros hacemos algo mal, no solo tenemos el corporativismo o el Código Deontológico de un Colegio que nos ampara, sino que el Colegio también está para resolver cuestiones a los ciudadanos en cuanto a unas malas actuaciones por parte de los colegiados. Como el eslogan que tenemos: ‘Nosotros sabemos lo que hacemos, otros solo hacen lo que saben’. Estamos contribuyendo a mantener un Colegio que luego ampara a los ciudadanos, por eso duele que haya quien ejerce la profesión sin estarlo.

¿Hay mucha competencia desleal en Huelva?

Mucha. Es un tema grave porque son muchísimas personas que se están dedicando a decir que son Administradores de Fincas y no lo son. En ese sentido estoy descontenta. Si se dijera que son personas formadas en lo jurídico en la propiedad horizontal, quizás se podrían apañar. Sin embargo, no son abogados y se meten para dar asesoramiento jurídico en una Comunidad para luchar -por ejemplo- contra una constructora, contra okupas, morosos (que son monitorios y no tiene tanta complejidad); además de que también tendrán que saber de contabilidad, presupuestar, coordinar…

Además, para prestar este servicio hay que pedir información sobre cómo funcionan las empresas de los sectores que estás coordinando o saber negociar para que no les aumente el gasto estimado a tus clientes. Un administrador tiene que ser un administrador del dinero que tienen los comuneros para poder sufragar los gastos comunes, ordinarios y extraordinarios de una comunidad. Cuando nosotros – los Colegiados- llegamos después de estas malas prácticas los administrados dicen: ¡Otro Administrador de Fincas! creyendo que va a ser igual…

¿Y pagan justos por pecadores?

En mi caso, soy una autónoma que paga impuestos y lo tenemos todo al corriente como colegios o mutualidades. Aunque no todo el mundo tiene esa filosofía de vida.  Luego ves que hay personas que están tirando tu trabajo y el de tus compañeros que están al pie del cañón, y están cada vez mejor y que nadie les para los pies, a mí ‘me da coraje’. No se puede tolerar que yo pague y otros no, que nos cuesta nuestro trabajo. Hay muchas personas que trabajan sin estar colegiadas y es un fraude, es un delito de intrusismo. Está ejerciendo sin titulación. Juegan con las viviendas de las personas igual que un falso médico lo haría con la salud.

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¿Otro grave problema reciente es el de las ocupaciones ilegales?

He tenido una grandísima suerte, no he sufrido jamás este problema. Solo tuve la problemática en una ocasión en una barriada de Huelva por culpa de un banco y, al poco tiempo, solucionaron el asunto.

El vicepresidente del CGCAFE compareció ante la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados por el cambio de la Ley de Enjuiciamiento Civil en lo concerniente a las ocupaciones ilegales. ¿Qué cree usted que debe mejorar en este sentido?

El problema viene porque ahora los bancos se han quedado con numerosas viviendas y, obviamente con el fin de no abonar, no anotan esas adjudicaciones en el Registro de la Propiedad hasta que pasa mucho tiempo. Los Administradores seguimos volviéndonos locos demandando a los propietarios que figuran en el registro como titulares cuando nos damos cuenta de que hace uno o dos años es el banco el que tiene en su poder la vivienda ¿Qué ocurre? Que en muchos casos a nosotros no nos dicen que están vacías, nos tenemos que enterar por algún propietario. El gran problema que tenemos es que creo que las comunidades son las grandes olvidadas porque, a pesar de que se hizo la reforma con los juicios monitorios, que eran más rápidos para hacer las reclamaciones a los propietarios que tenían cantidades pendientes en las comunidades, luego no ha sido así. No es cierto que sea más rápido, el monitorio sigue siendo tan lento como los procedimientos verbales antiguos.

Habría que hacer una reforma no solamente a la ley de enjuiciamiento civil, sino que también pensar un poco ampliar la Ley de Propiedad horizontal: dotarla de más contenido, porque es una ley muy pequeña. Habría que acompañarla de otra serie de articulados que fuesen muchísimos más contundentes e hicieran las gestiones más rápidas y fáciles.

¿Qué más aspectos fallan de esa Ley?

Todo se puede mejorar, se van haciendo modificaciones, pero son muy pequeñas. Por ejemplo, en cuanto a las reclamaciones de Deuda, cuando uno compra un piso y deja a la Comunidad una cantidad pendiente de pago, antes de la reforma de la Ley de Propiedad Horizontal el que compraba hacía suya la deuda del año en curso (aunque fuera diciembre) y la pendiente del año anterior.

Lo lógico es que los notarios obligaran, y no solamente a decir que el comprador exime al vendedor de la certificación de cargas que obligatoriamente tienen que presentar al administrador o al presidente diciendo que la casa está libre de Cargas. Ahora, a partir de la reforma, el comprador no solamente paga el año en curso sino tres años atrás. Esto ha conllevado que los compradores soliciten el certificado de la carga de deuda. Antes de esa reforma, si existía, solamente pagaba el año en curso y el anterior. En ese sentido sí que se ha dado un gran paso.

Durante el XVI Encuentro Nacional de Administradores de Fincas, se dedicó una jornada al tema de la conciliación laboral en esta profesión. ¿Queda mucho por avanzar en eso?

Bueno, sí, es verdad que las Juntas son muy tarde. A veces se hacen más temprano si tienen que venir de Sevilla o Badajoz y no se pueden marchar tarde, pero es verdad que se eternizan. Se debería poner un tope al horario de Juntas. El tiempo del Administrador no está pagado, a pesar de que tu presupuestes el exceso de reuniones…Por ejemplo, en mi contrato yo incluyo 3 reuniones al año dentro del precio, una ordinaria y dos extraordinarias.

En su caso ¿Le ha resultado difícil esa conciliación?

Hay veces que llegas a las 12 de la noche, o más tarde. Es cierto que el Colegio tiene una serie de normas, gracias al Código Deontológico, pero a veces no somos honrados con nosotros mismos. Si el Colegio marca un precio o ritmo, hay que respetarlo. Hay administradores que tienen muchos comuneros por bajar el precio, lo que conlleva que no tengan tiempo.

¿Qué le diría a alguien que esté pensando meterse en esta profesión, pero puede darle un poco de miedo o respeto?

Si quiero quedar bien le diría que sí, porque hay que emprender, pero los problemas que se dan en las comunidades son tantos que más de uno se quedaría calvo antes de tiempo (risas).

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Cristina López Colomer, tras sus muchos años de experiencia como Administradora de Fincas Colegiada, tiene anécdotas divertidas para llenar un libro. Todavía recuerda cuando llamaron desde una comunidad pidiendo una solución “porque se escuchaban ruidos de movimiento de muebles en un piso en el que no vivía nadie (¿¡)”, o cuando un cliente quería saber “por qué no podía levantar un trastero en un patio común, aunque aseguraba que en realidad le daba igual porque presumía de tener muchas propiedades…y de ser narcotraficante”.

Otra historia, cuando menos original, le sucedió cuando dejaron en su despacho “una bolsita de pelos que les tiraban desde arriba a unos propietarios de los bajos, y querían que les tomáramos el DNI, no el ADN, para detectar quién era el culpable” (risas). Son solo algunas de las muchísimas historias que esta Colegiada ha vivido en su ejercicio y que constituyen la cara amable de una profesión que requiere una entrega absoluta, como ella mismo destaca: “Mi despacho no puede cerrar ningún día del año, y menos siendo autónoma”.