Carlos Rey Cazenave puede presumir de tener a sus espaldas una larga y productiva trayectoria como procurador de los tribunales y administrador de fincas. Esta deriva profesional en su vida le vino de la tradición familiar, con la carrera de Derecho, y la administración de fincas surgió una vez arrancó su actividad como procurador de los tribunales. Carlos Rey Cazenave forma parte de la familia del Colegio de Administradores de Fincas (COAF) de Huelva, no sólo como administrador colegiado, sino también como miembro de la Junta Directiva, donde ocupa el cargo de Secretario-Censor.

Su formación abarca el colegio Nacional de Prácticas (EGB), el Instituto Diego de Guzmán y Quesada (BUP) y el Entrepinos (COU), para después cursar la Licenciatura de Derecho en Granada, de donde es natural su madre y donde estudió su padre. “El Derecho –afirma– viene de familia, puesto que tanto mi abuelo como mi padre eran licenciados en Derecho, así como mi tío, también licenciado y procurador”. Esto ocurrió a finales de la década de los 80, y en la Universidad de Granada –la Facultad de Derecho de la Universidad de Huelva aún no existía–, confiesa, “conocí a mucha gente y fue una experiencia extraordinaria”.

La administración de fincas le llegó casi por casualidad poco antes de arrancar el nuevo milenio, como una propuesta que le resultaría atractiva desde el principio, y de comenzar gestionando tres comunidades, ahora administra junto a Rafael Galindo y Cinta Fernández  más de 60. Además, su proyecto de expansión se ha materializado recientemente con el traslado del despacho desde la calle Ginés Martín hasta la calle Béjar 23, donde han estrenado unas nuevas y modernas instalaciones.

Respecto al momento actual de la administración de fincas en Huelva, Rey Cazenave no oculta su preocupación y contrariedad con el intrusismo –personas que ejercen de administradores de fincas sin estar debidamente colegiados–, fenómeno al que denomina ‘piratería’, muy extendida en Huelva.
Pregunta.- ¿Qué fue antes, procurador o administrador de fincas?

Respuesta.- La verdad es que vino un poco antes la profesión de procurador de los tribunales. Al retornar a Huelva tras acabar Derecho en Granada, ayudé a mi tío a hacer la pasantía –en el despacho de Adolfo Caballero Díaz. Desgraciadamente, falleció pronto por culpa de una enfermedad y yo tan sólo llevaba unos siete meses como procurador, de manera que tuve que prácticamente tuve que hacerme cargo del despacho junto a un primo-hermano, que era su oficial habilitado, y entre los dos estuvimos sacando las cosas para adelante.

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P.- ¿Y cómo fueron sus inicios como administrador de fincas?

R.- Fue un par de años más tarde, en el año 1999, cuando decidí hacerme administrador de fincas. Si el Derecho vino por tradición familiar, no ocurrió así con la administración de fincas. Esto vino por sí solo, hablando con un amigo, y me pareció atractiva la idea. Pregunté entonces las incompatibilidades que podrían existir entre procurador y administrador de fincas, y desde el Consejo Nacional de Procuradores de España me comunicaron que no existía incompatibilidad alguna. Fue cuando decidí colegiarme también administrador de fincas, así que pertenezco a ambos colegios profesionales. Puedo decir que soy pionero en mi familia en la administración de fincas.

«Empezamos con dos o tres comunidades y desde entonces no hemos parado de crecer con mucho trabajo y esfuerzo»

 

P.- Entonces, lo vio como una oportunidad.

R.- Así fue. Estuve hablando con un amigo que llegó a ser mi socio en los comienzos, y me comentó la idea de montar una empresa de administración de fincas. Me pareció buena esa idea y así lo hicimos. Empezamos con dos o tres comunidades, y ese socio se marchó posteriormente de la empresa. La constituimos entre tres socios, y después nos quedamos Rafael Galindo y yo, y la verdad es que el despacho –actualmente, en la calle Béjar, con unas recién estrenadas instalaciones– ha experimentado un gran crecimiento con el paso de los años, con mucho trabajo y esfuerzo.

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P.- ¿Tiene alguna preferencia entre alguna de estas dos actividades?

R.- Cada profesión tiene su momento, y he tenido muchos momentos gratificantes en ambos ámbitos, aunque sí que fui antes procurador que administrador de fincas, profesiones en las que llevo 21 y 19 años, respectivamente, pero no puedo decir que tenga alguna preferencia, porque va por momentos. Intento compatibilizarlas más o menos al 50% y no volcarme sólo en un ámbito. Hay ciertas épocas en las que tengo más reuniones de comunidad, donde estoy más encima de las juntas de propietarios, y ahora estoy más activo en movimientos de reclamaciones de cláusulas suelo como procurador.

 

P.- ¿Cuántas comunidades gestiona su despacho?

R.- En la actualidad tienen que rondar las 65 comunidades de propietarios. Es un paquete de comunidades bueno, pero lógicamente estamos para crecer. Ahora mismo tengo un socio, Rafael Galindo, cuyo apoyo es fundamental, y también tenemos a Cinta Fernández, una chica extraordinaria que ocupa el cargo de secretaria, dedicada a las comunidades de vecinos al 100%. Yo no puedo tener esa dedicación exclusiva a la administración de fincas al compaginar con mi profesión de procurador.

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P.- ¿Cómo se promociona la colegiación en el sector?

R.- En el COAF damos muchas facilidades para la colegiación, y hay que venderla, porque administradores de fincas hay muchos. Sin embargo, es una tarea difícil porque la gente, con tal de no pagar una cuota, es capaz de lo que sea. En el ámbito de la administración de fincas existe mucho intrusismo y el Colegio intenta hacer su trabajo, pero deberían tomarse medidas contra esos ‘profesionales’ de las fincas que no están colegiados. Son intrusos y se dicen profesionales, ya sea porque han estudiado Derecho, o porque son arquitectos, economistas o tengan una gestoría. Todo el mundo cree que sabe de esto.

«Los administradores ‘piratas’ me han quitado comunidades de propietarios»

 

P.- ¿Considera que el intrusismo es particularmente preocupante en Huelva?

R.- Aquí es verdad que se acentúa más el problema. Personalmente, tengo muchas quejas del intrusismo. Todo el mundo cree que sabe administrar una finca. Hay que hablar claro, y el intrusismo es grande y grave, y eso a los colegiados nos perjudica porque sus honorarios se mueven en un nivel mucho más bajo que el nuestro por culpa de la ‘piratería’. A mí me han quitado muchas comunidades de propietarios administradores no colegiados. Ha habido épocas en las que hemos llegado a contar con unas 80 comunidades de propietarios, pero con la crisis y el intrusismo ha habido comunidades que me han quitado. Podemos entender a aquellos administradores que por estar empezando y tener muy pocas comunidades, aplazan su colegiación, pero también nos encontramos casos de administradores que gestionan 100 comunidades sin estar colegiados, y con una cuota de 50 euros al mes.

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P.- ¿Se valora la colegiación entre los propios comuneros?

R.- Sí que se valora, pero no es prioritaria. Por el motivo que sea, la prioridad suele ser la económica, y hay mucha gente que ha optado por presupuestos de administradores de fincas ‘piratas’, con honorarios más bajos, incluso a dos euros por vecino o incluso ofertando la administración gratuita durante un año. Son esos los que se han quitado de en medio a la primera.

 

P.- ¿Existe conciencia entre las comunidades de contratar a un administrador de fincas para gestionar la finca o hay muchas que lo hacen por su cuenta?

R.- Algunas quedan, pero sí que se va siendo más consciente. El asentamiento del Colegio de Administradores de Fincas (COAF) de Huelva ha sido una piedra de toque fundamental para ello, así como el boca a boca en la calle.

 

P.- ¿Qué debe tener y saber un administrador de fincas?

R.- Además de pasión, esta profesión también necesita que los administradores seamos psicólogos, doctores, e inclusos fontaneros o arquitectos… Pero lo fundamental es entender a la gente, ser una persona prudente, saber escuchar aunque haya conflictos, saber cuándo y cómo tienes que hablar, saber guardar silencio y medir siempre los tiempos y momentos. Para mí es esencial que el trato con el comunero sea cordial.

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